I
todas tus manos son verbos
ahora tocas mundos y sientes sus nombres-
a través del objeto hacia el nombre
no en el sentido inverso (en invierno
Yo soy Midas, mi nombre es oro)
la silla y la mesa y el libro
se extienden desde tus dedos;
todos tus movimientos
dirigen estos objetos de vuelta a sus
lugares; una lucha contra lo convencional
me hace asumir mi distancia
II
ellos sabían lo que significaba,
aquellos escribas egipcios quienes dibujaban
ojos perfectamente dentro de sus jeroglíficos,
tú los lees desapasionadamente hasta que
el ojo se bambolea sobre sí mismo
parpadeándote desde el papiro
fuera, el intenso viento
añade esto; yo leo cuidadosamente
por temor a quedarme ciega de ambos ojos, leyendo con
ese otro ojo el último jeroglífico
III
la más corta distancia entre 2 puntos
sobre una circunferencia giratoria
es una línea curva; Oh déjame seguirte,
Wenceslas
IV
con piernas y brazos hago alfabetos
como en aquellos libros infantiles
donde la gente se doblaba en letras y signos,
aún no he leído la larga cábala de mis huesos
verdaderamente; necesito únicamente moverme
para alterar el diseño
V
nombro todos los objetos en mi habitación
y ellos repiten sus nombres,
se agrupan, forman figuras tridimensionales,
discutiendo sus nombres entre ellos
no diré que el molde es menos que el texto
no diré que la curva es más larga que la línea,
yo debo leer todas las cosas como en braille en esta estación
con mis dedos debo leerlas
por temor a quedarme ciega de ambos ojos leyendo con
ese otro ojo el último jeroglífico
Gwendolyn MacEwen, incluido en Herederos del kaos (11 de mayo de 2015, Barcelona).
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