Una vez creí que un solo verso
de un poema chino podría cambiar
para siempre el modo en que caerían las flores
y que la luna misma se encaramaba sobre
la pena de concisos hombres llorando
para viajar sobre copas de vino
Pensé que las invasiones se iniciaban para que los cuervos
picotearan un esqueleto
las dinastías se sembraban y consumían
para servir al lenguaje de un fino lamento
Pensé que los gobernadores concluían sus vidas
cual monjes dulcemente borrachos
que medían el tiempo mediante la lluvia y las velas
instruidos por el peregrinaje de un insecto
cruzando la página —todo esto
a fin de que uno pudiese enviar una perfecta carta de exiliado
a un antiguo amigo en la ciudad natal
Escogí un país solitario
arruinado de amor
desdeñé la fraternidad de la guerra
pulí mi lengua contra la luna de piedra pómez
dejé flotar mi alma en vino de cerezas
una barcaza perfumada para que los Señores del Recuerdo
languidecieran en ella bebieran susurraran
su acopio de vigor
cual si más allá de la niebla a lo largo de la costa
sus muchachas su poder aún obedecieran
como relojes con cuerda para mil años
aguardé hasta que mi lengua estuviese dolorida
Pétalos pardos se enroscan como fuego en torno a mis poemas
apunté con ellos hacia las estrellas pero
como arcoiris se vieron doblados
antes de que serraran el mundo en dos
¿Quién puede rastrear los estrechos senderos
que el ganado ha labrado en el tiempo
migrando de tierras de praderas a fiestas?
Capa tras capa de hojas otoñales
se ve barrida
Algo nos olvida perfectamente
Leonard Cohen, incluido en Antología de la poesía anglocanadiense contemporánea (Los libros de la frontera, Barcelona, 1985, selec. y trad. de Bernd Dietz).
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Poemas que remueven el alma.
ResponderEliminarUn abrazo
Desasosegante, pero bello.
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