Dulce araña — hilandera del silencio —
que ardes en el cielo y en el verso,
en el castillo de agua de mi ojo enorme
y terriblemente triste, en mi hijo
de nieve que mora en la espiga que destruyo,
en el mar abierto de mi sangre rumorosa:
tuya, el polvo que ciñe al universo
de óleos y guitarras; la muerte que posó
en la estrella como paloma fugitiva,
como flauta nocturna, herida lumbre.
Tuya, la verdad del harapo; el verde abrazo
de la aurora; el caballo desbocado
que choca contra el muro, contra el mundo
que guardamos en el pecho, rapaces,
enfermos de esperanza, dueños del cielo
como de un cigarro rubio que nos quema
el alma, que nos desnuda en su ceniza.
Tuya —camino blanco—, el venablo marino
de un beso de fuego, mortal: rosa
increíble que estrujo todas las mañanas
entre los astros y el retrato impune
de tu rostro magro, destructor de pétalos
y perfumes. Tuya, la serpiente que cobija
el sueño: esa isla lejana donde crece
un corazón para los buitres, donde
un desnudo cuerpo de mujer duerme
junto al río cual melocotón iluminado.
Tuya, tuya —cajera del demonio,
de mi demonio tímido que huye de la lluvia—,
el callejón oscuro donde acribillan
el alba; la noche, la santa noche
de los cuartos desiertos, perfumados
de luna y de sexo; la pura sangre derramada.
Tuya —medallón mohoso— (verdes pájaros
que anclan en mis ojos, amapolas
en mis manos), todo, todo, mi saco roto
que estrechó a mi vida, que estrechó
a mi muerte, todo, eternamente tuya,
eternamente mía, dios remoto, dios de barro.
Demetrio Quiroz-Malca, incluido en Faunética. Antología poética zoológica panamericana y europea (Instituto Caro y Cuervo, Santa Fe de Bogotá, 1999, selec. de Víctor Manuel Patiño, trad. de Mauro Armiño).
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