Mamá nos enseñó a quemar palabras
a escarbar en las cenizas del fuego y fingir que nunca tuvimos voces
Aquellos días
nos llevábamos nuestro vacío a la cama y nos mordíamos los dedos
con la esperanza de probar vestigios de las cenizas
Mamá nos enseñó a quemar palabras
pero nunca nos enseñó a extinguirlas antes de que se volvieran rafia
o a regresarlas a nuestras bocas y probarlas otra vez
así que aprendimos a remojar nuestras palabras en ríos escondidos en nuestras lenguas
y a limpiarlas otra vez
El río, los peces, el polvo en mi frente
No dejes que se sequen las aguas, incluso dije a la diosa
pero la diosa habla cuando quiere
Llévame contigo al cristal de la ventana
enciérrame en el salón de la vergüenza
hazme sentir vacío, vacío a la plenitud de mi corazón
En estos tiempos, cuando los caminos son umbríos
contemplo el río y las lágrimas derramadas
me lavo la cara en el río y le cuento todo lo que pasa
Cuando estoy en el río
hay un destello, el río me sonríe, me consuela
me recibe y me acoge
Hacer feliz a otros se paga con ingratitud
hay felicidad en el corazón de los locos
son ellos los que traen felicidad
para seguir tristes. La tristeza es como la arena. Mata cuando puede
pero el río que me habla no es
el mismo que te habló
Onyeka Nwelue, incluido en Revista Poesía (Venezuela, 26 de febrero de 2021, trad. de Valentina Figuera Martínez).
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