Vivos como nosotros
y lejos, muy lejos
tanto que nuestra palabra «comprender»
resulta humo vano y viento.
Profunda inaccesible
a pensamientos y sentidos
aunque su corteza se siente rigurosamente
agradable en nuestra mejilla.
Sin ojos se iluminan
en bellas flores.
¿Por medio de qué instrumentos
conocen su esplendor?
¿Por medio de qué secreto
creativo conocimiento
tienen que compartir el poder
de los sentidos y los aromas?
Recostados contra el tronco
pasamos desapercibidos,
no se nos permite entrar
al mundo interior.
¿O nos llega alcanzar, reflejada
una esquina de nuestra esencia
desconocida para nosotros
y merecedora de ser temida?
Aunque nacidos sin duda
de los mismos antepasados,
no vemos ni un atisbo
de nuestro momento de comunidad.
Demasiadas aventuras
nos separan después,
demasiado desnudo de conocer
es nuestro sencillo suelo.
Tal vez nos espere todavía
un encuentro futuro
en ese camino en que la vida
vuelve a ser polvo.
Otra mano tendida
entre familias separadas.
Y le damos las gracias a la muerte
por esta relación.
La materia, siempre prestada,
la devolveremos.
Fundida en vuestro molde,
¡tomad y dad!
Conmutamos entre nosotros
como regalos amistosos,
profundas, hermosas, desconocidas,
vidas fraternas.
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