el pueblo, excitado por los agitadores,
bajaba a las calles y se manifestaba,
se envalentonaba y se volvía osado,
quemaba imágenes,
se peleaba con los místicos
y los verdugos,
pedía sangre,
la sangre que en vano se vertía,
muchos murieron desprevenidamente
y, entre ellos, muchachos impacientes,
y, entre ellos, los mejores ciudadanos,
cuando tocan a muertos las campanas,
las toca Alejandro,
la noche, la herida, la sangre, la farmacia,
la puerta, la llave, la puerta, la llave,
la llave,
adelante, no te detengas,
tú y ellos, y tú, ellos,
tú,
tú,
tú,
¿aceptas que sirves a fuerzas oscuras?
¿Eres un ingrato?
Traidor, vendido, muerto, miasma,
¿firmas?
todavía un instante ganado a la muerte,
todavía un instante pagado con el martirio,
todavía un instante,
¡apunten!
¡fuego!
pero no significa seguramente
que no habrá objeciones
e incluso impugnaciones,
son muchos
los que sienten placer mezclando las cenizas
y las ruinas,
incluso intentarán algunos,
que utilizan malvadamente estas muertes,
aprovecharse del suceso
en su interés personal,
oh, habrá muchos así,
- porque te fuiste de la organización,
- porque nos vendiste,
- arribista,
cobarde,
agente,
policía secreta,
pellejo vendido,
los críticos están contra ti,
los periodistas están contra ti,
los culpables están contra ti,
los inocentes están contra ti,
los compañeros están contra ti,
los enemigos están contra ti,
los futbolistas están contra ti,
los extremadamente limpios están contra ti,
los "stars" están contra ti,
éste es el final.
Yorgos Sarandis, incluido en Antología de la poesía griega. Desde el siglo XI hasta nuestros días (Ediciones Clásicas, Madrid, 1997, ed. de José Antonio Moreno Jurado).
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