En las ondas abiertas que devoran las orillas inseguras
en los callaos, que desdibujan un azul opaco
de afirmaciones,
duerme la excitación de un vago musgo,
falsas aguas-vivas de dulzura
de charcos, cabelleras en invierno.
Ese silencio de nubes, cargado de lápidas impenetrables,
vertido desde el cielo
que la dureza del aire lo aplasta,
simula fijamente
un paisaje de grutas. Y ante él
se balancea un principio de burbujas idénticas,
-niñas gemelas, pálidas y aburridas-.
Así, al pensar en la brusquedad de una concha,
con sus simétricas divisiones,
no puedo utilizar el mirafondos,
porque se estrellaría en la distancia brevísima,
y mis ojos
-cristaleras de catedral gótica, fijos y veloces-
se hundirían por esas hendijas de tortuga
o de arco iris milimetrado,
con una pena tan madura,
que, en su azul espionaje,
arrojarían signo decisivo a la sombra.
José María de la Rosa, incluido en Poesía surrealista en español (Éditions de la Sirène, París, 2002, ed. de Ángel Pariente).
¡Muy buen poeta, De la Rosa!
ResponderEliminarNo demasiado conocido, pero bueno.
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