Las arqueras, en las que lo masculino no existe, son siempre representadas de perfil, nunca de frente.
Vienen -se dice- tardíamente de regiones cálidas.
De este modo, durante los dos o tres primeros años, se ignora lo que miran de frente y lo que encierran de extraño o de familiar.
(Ahora bien, es probable que todas no miren la misma cosa. No hay campos de arqueras, ellas no son grandes flores. Y cuando son varias se matan entre sí).
Si se cambia de lugar, la arquera también cambia de lugar.
Si se le da la espalda, juega a las escondidas.
(¿A veces, sonríe?)
Se quisiera atraer su atención pero no ama la música y no conoce demasiado de leyendas.
Con el tiempo, se piensa en la arquera por analogía: se cree que busca una línea que no está fuera de ella y donde coincide consigo misma.
En ocasiones, la arquera descubre que caza: se aproxima por abajo y por encima. En este momento, se detiene, tensa la cuerda, se vuelve lenta y abstracta, y no toca el suelo.
En la noche, cuando se cree sola, lejos de la mirada del hombre que la dibuja, se estira cerca de una fuente de calor.
En la oscuridad, sus ojos forman un suave resplandor cuando el hombre pasa la mano por su espalda y toca su joroba.
Pascale Petit, incluido en Poesía francesa actual (Biblioteca digital, República Dominicana, 2009).
Otros poemas de Pascale Petit
Toca aquí para ir al Catálogo de poemas
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tomo la palabra: