Piedras de ira fría
Altas casas de labios de salitre
Casas podridas en el saco del invierno
Noche de innumerables tetas
Y una sola boca carnicera
Silbato y risa eléctrica
Algarabía
El Neón se desgrana
Ataviada de guirnaldas de dientes
Ígneas orejas letras parpadeantes
El guiño obsceno de los números
Noche multicolor y noche desollada
Noche en los huesos noche calavera
Ciudad
Gatos en celo y pánico de monos
Un reflector palpa tus plazas más secretas
El sagrario del cuerpo
El arca del espíritu
Los labios de la herida
La boscosa hendidura de la profecía
Crece la marea invisible
La marea del espanto
Torres ceñudas con el miedo al cuello
Sonámbulos palacios
Graves moles de sueño y orgullo
Calado hasta los huesos tiembla el hierro
Y la piedra pelada hasta los huesos
El mal promiscuo el mal sin nombre
Todos los nombres del mal
El mal que tiene todos los nombres
Hasta el meollo del hierro
Y la juntura ciega de la piedra
Entre tus muslos un reloj da la hora
Demasiado tarde
Demasiado pronto
En tu cama de siglos fornican los relojes
En tu cráneo de humo pelean
Las edades del humo
Memoria que se desmorona
Ciudad de frente indescifrable
Tu discurso demente
Tejido irrefutable de razones
Corre por mis arterias
Y repica en mis tímpanos tu sílaba
Tu frase inacabada
Entre los quicios del lenguaje
Relojes que se desmoronan
Como un enfermo desangrado se levanta
La luna
Sobre las altas azoteas
La luna
Como un borracho cae de bruces
Los perros callejeros
Mondan el hueso de la luna
Pasa un convoy de camiones
Sobre los cuerpos de la luna
Un gato cruza el puente de la luna
Los carniceros se lavan las manos
En el agua de la luna
La ciudad se extravía por sus callejas
Se echa a dormir en los lotes baldíos
La ciudad se ha perdido en sus afueras
Un reloj da la hora
Ya es hora
No es hora
Ahora es ahora
Ya es hora de acabar con las horas
Ahora no es hora
Es hora y no ahora
La hora se come al ahora
Ya es hora
Las ventanas se cierran
Los muros se cierran las bocas se cierran
Regresan a su sitio las palabras
Ahora estamos más solos
La conciencia y sus pulpos escribanos
Se sientan a mi mesa
El tribunal condena lo que escribo
El tribunal condena lo que callo
El ojo fijo del muro descarado
Ruidos imperceptibles
Pasos del tiempo que aparece y dice
¿Qué dice?
Qué dices de mi pensamiento
No sabes lo que dices
Trampas de la razón
Crímenes del lenguaje
Borra lo que escribes
Escribe lo que borras
El haz y el envés del español artrítico
Hoy podría decir todas las palabras
Un rascacielos de erizadas palabras
Una ciudad inmensa y sin sentido
Un monumento grandioso incoherente
Babel babel minúscula
Otros te hicieron
Los maestros
Los venerables inmortales
Sentados en sus tronos de cascajo
Otros te hicieron lengua de los hombres
Galimatías
Palabras que se desmoronan
Vuelve a los nombres
Ejes
Anchas espaldas de este mundo
Lomos que cargan sin esfuerzo al tiempo
Materias reales y espirituales
Vidrio mirada congelada
Pared máscara de nadie
Libros de frente despejada
Hinchada de razones enemigas
Mesa servil a cuatro patas
Puerta trasera condenada
Materias irreales
Verdades desfondadas
No pesa el tiempo
Es pesadumbre
No están las cosas en su sitio
No tienen sitio
No se mueven
Y se mueven
Echan alas
Echan raíces
Garras dientes
Tienen ojos y uñas uñas uñas
Son reales son fantasmas son corpóreas
Están aquí
Son intocables
Los nombres no son nombres
No dicen lo que dicen
Yo he de decir lo que no dicen
Yo he de decir lo que dicen
Piedra sangre esperma
Ira ciudad relojes
Pánico risa pánico
Yo he de decir lo que no dicen
Promiscuidad del nombre
El mal sin nombre
El nombre de los males
Yo he de decir lo que dicen
El sagrario del cuerpo
El arca del espíritu
Octavio Paz, incluido en Poesía surrealista en español (Éditions de la Sirène, París, 2002, ed. de Ángel Pariente).
Otros poemas de Octavio Paz
Toca aquí para ir al Catálogo de poemas
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tomo la palabra: