La marimba pone huevos en los astros.
¡Para un huevo que ponés
tanta bulla que metés!
¡Vení ponelo, vos pues!
La marimba pone huevos en los astros.
El sol la desangra, la monta, es su gallo.
La marimba pone huevos en los astros.
¡Para un huevo que ponés
tanta bulla que metés!
¡Vení ponelo, vos pues!
Serpiente que muda de piel en los ecos,
pereza de innúmeras teclas,
grito de madera que se bate en jícaras como el chocolate,
arrastre de hojas que van sobre hormigas de palo de hormigón.
Se masca la pena del hule, la pena del freno,
los flecos se suenan mocosos de luna,
se escupe la pena del guaro tiñoso de riña
y huye el mujerío a teta o a tuto los críos.
¡Para un huevo que ponés
tanta bulla que metés!
¡Vení ponelo, vos pues!
Indios de cal viva la tocan a golpes de lengua dormida:
remeros de hamaca en ríos de llanto con nudos de cera.
Arado con dientes de fuego en fiestas de tierra con caites.
Los árboles bailan. Sus pies en el aire. Sus huellas los cactos.
El árbol que baila. El árbol que crece.
Los cactos son huellas del baile mayor de los árboles.
En los tecomates de negro agujero de coco
cubierto de tela de tripa, zumbido de moscas,
peces-moscas y pájaros-moscas.
Y el gran alboroto del verde con pico,
zumbido de moscas y pájaros moscas;
la dulce quemada del fuego con pico,
zumbido de moscas y pájaros-moscas;
el vuelo redondo del cielo con pico,
zumbido de moscas y pájaros-moscas;
y el trino del agua, del agua con pico...
Trino pito de agua, voló el azulejo,
la chorcha fue llama y el grito el perico.
¡Para un huevo que ponés
tanta bulla que metés!
¡Vení ponelo, vos pues!
Tempestad florida de blancas tortugas de sangre,
de raudos conejos de orejas de tuza,
de ríos con lenguas de aire,
de lagos que sirven de nidos al cielo,
de tribus maiceras...
¡Copal más precioso la mujer y el hombre!
Los dientes en grano, la carne obsidiana
y la cabellera de pelo muy negro, la mujer,
y hombre, erizo de chicha,
bajo su sombrero,
sobre sus dos pies.
¡Para un huevo que ponés
tanta bulla que metés!
¡Vení ponelo, vos pues!
El pino regado en la fiesta parece caer del sonido,
sonido de lluvia;
el monte regado en el monte parece caer del sonido,
sonido de lluvia.
Y corre la iguana que mira y no mira,
y lloran las güiras con llanto de poro y arena,
y abren los coyotes los ojos de pelo de fuego.
Sonido de lluvia de chayes muy finos,
sonido bordado de estrellas,
mapaches, calandrias y flores de río.
Sonido de lluvia de tierra morada,
sonido de lluvia de víboras sordas,
sonido de lluvia de shutes de avispas,
sonido de lluvia de pelo de elote,
sonido de lluvia de musgo dormido,
cascabel, granizo...
¡La Juana conmigo!
Caen los refagos. Huyen las mujeres
a tuto o a teta los crios. Plomazos, caballos...
Asamblea de corvos teñidos de sangre.
Parihuela de hojas teñida de sangre.
Tierra de por medio teñida de sangre.
¡Gusano de teclas que sirven de puente teñido de sangre!
¿Quién te hizo las teclas
con brazos de cruces teñidas de sangre?
¡Para un huevo que ponés
tanta bulla que metés!
¡Vení ponelo, vos pues!
¡Tamal de choreques!
¡Almáciga verde de loros que vuelan!
¡Torre a mecapal!
¡Pereza de innúmeras teclas!
¡Grito de madera que se bate en jícaras como el chocolate!
¡El Himno es el Indio!
¡Algarabía de cotorritas!
¡Tejado de ocote sobre las casas de la luna!
¡Carpintero en la carpintería de la selva!
¡Abuela con sexo de manzana-rosa!
¡Vendaval en dulce de guardabarranca!
¡Cenzontle borracho de aguardiente blanco!
Miguel Ángel Asturias, incluido en Poesía contemporánea de Centroamérica (Los libros de la frontera, Barcelona, 1983, selec. de Roberto Armijo y Rigoberto Paredes).
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