Aquel coche ardiendo junto a la estación es un poema.
La única ocupante se ha salvado de milagro,
como nos salvamos tantas veces de la soledad de nuestro propio destino.
Los transeúntes pasan junto a él como pasamos por nuestras vidas,
sin ver que nos jugamos el futuro a cada paso.
Otros coches tratan de dejar atrás las llamas,
como ese pasado a punto de estallar que siempre se nos olvida
Pero el coche estalla y nos miramos aterrorizados sin saber a donde huir.
Como la cortina de humo son nuestras esperanzas,
nuestras ilusiones se escapan mientras el cuerpo doliente queda en el suelo.
La policía, los bomberos, la ambulancia llegan tarde al lugar de los hechos.
Retirado el coche, las manchas del suelo se asemejan a nuestras vidas:
los peatones que no lo han visto arder las rodean
sin pararse a pensar qué pudo haber pasado
Francisco Cenamor en Ángeles sin cielo (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2003).
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¡Muy buen poema de Francisco Cenamor!
ResponderEliminarPues me alegro mucho de que te haya gustado, un abrazo. 😊
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