Allí arriba, al amanecer, mataron a los cuarenta.
Han pasado veinte años. Nadie dijo sus nombres.
Entiendes nuestra vida. Cada año,
un día como hoy, encontraban bajo los álamos
una teja rota, dos carbones apagados, un poco de incienso,
una canasta de uvas, cera de abeja
con un brasero negro. Ni siquiera llegó a encenderse. Lo apagó el aire.
Por eso, al atardecer, se sientan las viejas en las puertas como iconos antiguos.
Por eso, crecieron tan rápidamente los ojos de nuestros hijos
y nuestros perros hacen como si miraran a otro sitio cuando pasan los guardias civiles.
Yannis Ritsos en Testimonio II (1964), incluido en Antología de la poesía griega. Desde el siglo XI hasta nuestros días (Ediciones Clásicas, Madrid, 1997, ed. de José Antonio Moreno Jurado).
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Gracias por compartir este poema de Yannis Ritsos, que habla de algo que no nos es ajeno ni extraño, porque casi parece que trata de algo vivido en nuestro país y no en Grecia, será porque los dos países sufrieron sanguinarias dictaduras militares.
ResponderEliminarSi, muchas similitudes.
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