Río, aquella mujer, prójima,
es violada de huesos para adentro.
Toso, un negrito, prójimo,
insulta su vientre
redondo frente al buitre.
Me rasco, ese que miraba,
prójimamente, ya no está,
desaparece torturado.
Escupo, la pareja del puente,
que se aprojimaba,
cae bajo las balas del que sabe la muerte
Francisco Cenamor en Amando nubes (Talasa Ediciones, Madrid, 1999).
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Qué fuerte y que actual.
ResponderEliminarDemasiado actual, por desgracia. Un abrazo.
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