Un montón de paja era algo con lo que no contábamos.
Sobre el asfalto una mancha húmeda, trozos de plástico, alguien echó unas monedas cuando el cemento
estaba fresco y no se podían arrancar. No hay fuentes, las paredes están pintadas, las limpian.
La dueña de la tienda barre frente al escaparate de las joyas sobre maniquís de mármol negro.
Mirábamos el montón de paja, la superficie dorada parecía de otra época, del campo, de un cuadro.
Decidiendo qué hacer, alguien recordó las tardes sobre los montículos de arena
junto a la fábrica Well, «pasábamos las horas muertas fumando,
resbalábamos. Aquí te hundes». Una cerilla cayó cerca, los otros se marchaban, habían dado unas cuantas patadas al montón, brillaban las hebras desperdigadas.
No pasaban perros. El montón era más alto que todos.
Por las noches nos sumergíamos en él como campesinos felices,
como heridos en una batalla de verano, ahogados
en el interior de un cálido animal que nos amaba más que nuestros padres.
Patricia Esteban, incluido en Todo es poesía menos la poesía. 22 poetas desde Madrid (Editorial Eneida, Madrid, 2004).
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