La sal, el sol, el agua, devoran lentamente las casas.
Un día, en donde hubo ventanas y hombres, sólo quedan piedras empapadas
y una estatua con su cabeza por el suelo. Las puertas, solas,
viajan en el mar, rígidas, desacostumbradas, torpes. A veces, al atardecer,
las ves brillar sobre el agua, planas, cerradas para siempre. Los pescadores
no las miran. Se sientan temprano en sus casas, ante la lámpara,
oyen a los peces deslizarse en las grietas de sus cuerpos,
oyen al mar golpearles con mil manos (desconocidas)
y después caen y se duermen con conchas enlazadas en sus cabellos.
De pronto, oyen golpes en las puertas y se despiertan.
Yannis Ritsos en Testimonio I (1963), incluido en Antología de la poesía griega. Desde el siglo XI hasta nuestros días (Ediciones Clásicas, Madrid, 1997, ed. de José Antonio Moreno Jurado).
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Un placer el haberte hallado saludos desde Miami
ResponderEliminarSaludos de vuelta, espero que disfrutes de tanta poesía. Un abrazo.
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