¡Saludad a la risa que pasa!
¡Respetad a la jocunda masa
que tiene por bandera un cascabel!
La vida es vieja y fea; necesita una gasa
que ciña alegremente su cabellera rasa,
como una triunfante corona de laurel.
No busquéis a la risa su razón matemática.
No indaguéis si sus ecos distraen al alma extática
o si encierran sus sones mil formas de fingir.
¿Qué importa que una vieja desquiciada y apática
ría apáticamente? ¿O que alguna lunática
trunque en bruscos desmayos su histérico reír?
Lo importante es la risa. Lo esencial el sonido
que nos sacuda el alma. Sea real o fingido,
tiene sobre nosotros su vibrar tal poder
que unas veces nos calma y otras nos da el olvido,
y así un gozo mecánico que empezó indefinido
acaba y se resuelve en sincero placer.
¡Saludad a la risa! ¡Respetad sus blasones!
Ella es la dulce musa que da preciosos sones,
y el juego de sus viñas tiene fulgor de gema.
Amad sus locas huestes: los payasos burlones,
los ciegos optimistas, los alegres histriones
y todos los que hicieron de la risa su emblema.
¡Saludad a la risa! Su armonía
es el himno más grande, la poesía
más pura que en el libro del mundo escribiréis.
¡Dad al viento sus sones, gozad su melodía,
reíd con alma y nervios, porque pensad que un día
tendréis tierra en la boca... y nunca más reiréis!
Elisabeth Mulder, incluido en Antología de poetas españolas. De la generación del 27 al siglo XV (Alba Editorial, Barcelona, 2018).
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