Los polos
están en nosotros,
infranqueables
en la vigilia,
nos trasladamos durmiendo ante la Puerta
de la Misericordia,
te pierdo para ti, ése
es mi consuelo de nieve,
di que Jerusalén existe,
dilo, como si yo fuera este
blanco tuyo,
como si fueras
el mío,
como si pudiéramos ser nosotros sin nosotros,
yo abro tus hojas, para siempre,
tu oración haces, tú nos yaces
libres.
Paul Celan en Estancia del tiempo. Poesía póstuma, incluido en Obras completas (Editorial Trotta, Madrid, 2002, trad. de José Luis Reina Palazón).
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