Poseen los aviones su oculta caja negra
que en caso de accidente
registra los motivos de cualquier infortunio.
Muy dentro de nosotros
hay una caja negra...
Desde la madrugada viene el hombre,
perdiéndose otra vez con la banda en los ojos de una sociedad ciega.
El sol rojo se va del horizonte,
mezclándose en la niebla de la gran madrugada.
Su rostro contradice al perturbado sol
desde que aquel dictáfono se dispuso a grabar
tal testigo en su pecho, la tensa caja negra.
En el amanecer el día cambia de lugar en su honor-alma,
subiéndose a la cima de un tiempo indescriptible.
¡Para ser simplemente dichoso el hombre viene
pensando cada día en su muerte prefijada,
va enterrando la vida entre sus ojos!
Se convierte en esclavo de esta efímera vida,
estrechando su mente tan de esclavo en su vida cambiante.
Desconfía ese hombre de la vil caja negra,
oyendo su amargura ensimismada.
Cuando una noche surja el accidente,
tu mano ha de robar la caja negra,
aunque siempre la escondas de los hombres
la caja grabará tus secretos más íntimos.
Se aprende de los que han vivido mucho.
¡Somos los que ya esperan la ayuda de los muertos!
Aquel hombre se olvida incluso de su amigo
y ya no le saluda cuando lo ve pasar:
...La caja negra nunca se caerá del pecho,
graba todo fielmente: ¡lo que es bueno y lo malo!
Y cuando en tu mirada la vida se haga vieja,
cuando ya no te ocupes de la vida y el arte,
cuando tu alma se escape de tu pecho,
¿Qué ha de decir la caja negra cuando te mueras?
¿Qué ha de decir la caja negra cuando me muera,
si habrá grabado todo en su memoria?
Kuanysh Medeubaev, incluido en Antología de la poesía kazaja contemporánea (Siglos XIX, XX y XXI) (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2017, selec. y trad. de Justo Jorge Padrón).
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