viernes, 30 de abril de 2021

Entrevista a la poeta y pintora Julia de la Rúa (Araña Editorial) realizada por Juan Carlos Vásquez

Julia de la Rúa es una escritora, poeta y acuarelista salmantina, con una amplia trayectoria artística que compatibiliza con la gestión empresarial cultural. Tan solo unos días después de la reapertura de la sede de la Araña Editorial «esta vez» en el emblemático barrio del Carmen, De la Rúa nos habló de sus inicios, de su obra y de este proyecto internacional ya consolidado en sus más de quince años de existencia. Hoy, Araña Editorial y la librería La Telaraña comparten sede en pleno corazón de Valencia.

—Me gustaría visualizar el lugar donde creciste, sus entornos, sus colores. ¿Crees que existe relación entre el mundo «onírico» de la niñez y la creación artística?, no lo intelectualices.
—Si no la hay, la creo fundamental. Nací en la Sierra de Béjar (Salamanca) una ciudad de ancestral historia y naturaleza en la que las estaciones se notaban todas y se las vivía de origen. El frío intenso, las nieves, los ríos de agua helada aun en verano… y lo más caótico por la estructura desigual del terreno en las calles y la huerta de mis abuelos en la que viví durante años. Allí descubrí la vida de los animales, los insectos, los árboles y las plantaciones de todo tipo de hortalizas… siempre vagando entre las mazorcas de maíz, los tomates, las zanahorias, los árboles frutales u otras plantas según las estaciones.
Los colores… Los recuerdos grises por la luz y las nieblas desde el otoño- invierno y muchos verdes y marrones por los árboles y los arbustos; los castaños abundaban, y las montañas aún en verano cubiertas de nieve, recuerdo las tormentas inesperadas que para mí eran un espectáculo sobrenatural, me encantaban.
No concibo el arte sin la naturaleza y sin ella la imaginación… en aquellos años tuve un amigo imaginario que me guiaba por los lugares más agrestes a los que me escapaba sola. Fue mi guía incluso en la adolescencia, me duro durante muchos años, incluso en algún momento tengo nostalgia en mis momentos de rebeldía y la pasión por saber y conocer el universo e incluso los comportamientos humanos más primitivos hacia la sobrevivencia… también recuerdo de continuo escuchar a los mayores hablar de guerras, de hambre, de dolor... de misterio y de miedo… creo que jamás he vivido tan intensamente como de niña. ¡Imposible separar lo “onírico” de la niñez de la creatividad!

—La Araña es una editorial de vanguardia, con muchos autores publicados y la experiencia de más de una década. ¿Cuál ha sido la mayor dificultad y la mayor alegría en el transcurso de este tiempo? ¿Qué consejos darías a los que comienzan en el campo editorial?
—Araña editorial ha cumplido 16 años. La mayor dificultad, la de encajar la estética y valores que creíamos que podíamos ofrecer y que aún hoy cuesta. Más difícil intentar hacer sentir empatía o sensibilidad hacia recuperar la verdadera literatura, que hemos perdido en cuanto a vocabulario, profundidad, valores creativos y honestos. Con el tiempo he descubierto que lo único que interesa cada vez más, es que se les edite sin pensar en los contenidos valiosos para los lectores, solo en la cantidad de títulos que pueden amasar, para cobrar protagonismo en los círculos, y eso cada vez es más común… lo cual empobrece notablemente todo contenido. El lucro como objetivo, y la vanidad de sentirse escritor ya desde un solo libro.
La mayor alegría… para mí la magia que conlleva crear el libro con estos parámetros y después luchar por su valor hacia los proyectos de lectura, la comunicación con los demás o el propio texto, el saber que el libro deja de ser del autor o autora y navega libre y será leído en libertad.
No sé dar consejos a las editoriales ya que están demasiados mercantilizadas la mayoría… Recuerdo a principios de los 80 que vivíamos otra filosofía, entonces yo trabajaba en la imprenta de nuestra primera editorial sobre textos en la Universidad de Valencia, eso sí que era puro arte, creatividad, compromiso y rescate de autores importantes; se buscaba la estética gozando cada minuto. Ahora se puede ver como la mayoría de los libros son todos iguales. Nuestra editorial no puede escapar de los que sentimos y seguimos creando como lo hacíamos en aquellos años, aún imperando nuevas tecnologías… El diseño, seguimos apostando por continuar buscando la fuerza de la belleza como objeto. Un libro es una responsabilidad enorme, ya que puede perdurar en el tiempo y eso cautiva mucho más a cualquier  persona que pueda poseerlo.

—Tienes una fascinación por la belleza y las cualidades del color. Mi asociación, insuficiente, no nos bastará para comprender el efecto de la luz sobre tu psique. ¿Qué ves en esos mundos oníricos y extrasensoriales que pintas?
—Pinto lo que la vida me provoca «creo que despedazada». Ciudades heladas, encarceladas. Humanos, guerras, políticas mal aplicadas, sensualidad, erotismo de vivir… energía girando en el cosmos. A muchos pintores les resulta incomprensible como puedo hacer trazos enormes sin haber dibujado antes. El movimiento no pensado, y la velocidad de mi brazo, va creando lo que siento. No pienso siquiera en el tono a utilizar, dejando que el pincel se pose en cualquier color. No me interesa hacer una obra para que la vean los demás, si no, que necesito conocer el más allá de la técnica preconcebida de como pintar acuarela, por ejemplo. Creo que es una especie escapatoria de las reglas establecidas. Esas reglas hacen que jamás se encuentre un estilo propio. El mío es mi salvaje forma de sentir.
La belleza para mí es la intensidad que vibra en toda estética. Nada es feo-solo insólito, o realmente espectacular y sublime como un atardecer en la cima de una montaña. La belleza es imprescindible para alcanzar la mejor forma de sentir la vida y ¡vivir! También en poesía la siento. La luz como ente, es algo que descompone y arrasa cualquier pensamiento prejuicioso y pueden ser pocos minutos los necesarios para hacer una obra que de pensar se multiplicaría por días. Para mí es fácil «utilizar mi espíritu» lo difícil es dejarme llevar por la parte racional.

—¿Alguna vez te has autocensurado?
—¡Me cuesta mucho hacerlo! No puedo. No lo hago en la escritura y la poesía, tampoco en la pintura. Comunicándome con los demás oralmente menos aún, aunque a veces interiormente me esté escuchando sabiendo que no me entienden o «meto la pata». Es quizás lo peor del ser humano autocensurarse. Es una tragedia increíble porque no se evoluciona y se muere sin saber que es la vida a través de uno mismo.

—¿Cómo hacerles frente a esos pequeños grupos de «literatos» que normalmente se forman en las ciudades y se apropian del mensaje y de los espacios, esos que se resisten ante el cambio y las apuestas, los llamados expertos?
—Pues, en el fondo me entristecen, ya que realmente están llenos de prejuicios, son incapaces de sentir la creación, el poder de la imaginación. En realidad, ahora he descubierto que en el fondo no son capaces de sentir el vértigo apasionante de estos valores en el interior de sí mismos y frivolizan. Está siendo muy dañino este proceder, cercenando sin piedad una ideología muy positiva para las sociedades del futuro, ya que son capaces de hundir ideales y valores. Creo sin duda que están aniquilando sin  piedad losderechos humanos. ¿Cómo hacerles frente? Mientras los intereses mercantilistas sigan gozando protegidos de las malas artes que anulan la cultura, debemos seguir siendo honestos y no dándole importancia se les hace frente. Una dura labor, pero más gratificante que la de ellos.

—Recientemente han mudado la sede de la Araña Editorial al barrio del Carmen. Si hay un distrito que concentra todo lo que Valencia representa, ese es el barrio del Carmen. ¿Cómo lo has interiorizado?
—¡Sintiendo de verdad el hogar de las artes, mi hogar! Todos los credos, nacionalidades y las historias de siglos. Experiencia para la experiencia y creo que aquí se puede vislumbrar la libertad de expresión. ¡Qué mejor me podía suceder a mis años!

—¿Cuál de tus libros es el preferido? ¿No por su profundidad en el tema sino por tu relación con él?
—Todos han abierto puertas hacia lugares que necesitaba conocer, experimentar y habitar, tanto intelectualmente como personal. Ellos, han sido aventuras programadas por la misma vida. A todos les estoy muy agradecida.

—Al recordar Salamanca, más allá de tu infancia, ¿qué te viene a la mente?
—Un choque frontal muy duro en la adolescencia. Recuerdo cientos de rejas… las iglesias, las catedrales, los conventos de clausura, edificaciones militares, la universidad… pensaba de continuo que habría detrás de la oscuridad de aquellas rejas. No me gustó… no concebía que el agua saliese de una fuente que encontré en una calle ¿Por qué? ¿Para qué? Mi espíritu se hizo melancólico, no era capaz de confrontar la naturaleza con aquellas calles llenas de siglos construidas por inmensas piedras rosadas, solo después de unos años pude conocer la cultura, la lectura, los grandes poetas y los libros incluso prohibidas que nos traían clandestinamente de las librerías… el amor y los primeros besos y encuentros juveniles en la bellísima Plaza Mayor… casarme…. Nada que ver con la magia de mis montañas, pero a la vez conocer un mensaje de siglos que dejaron los sabios se complementaron. ¡La Salamanca del saber!

—¿A qué lugar te gustaría ir que de momento no hayas ido?
—A uno en el que nada que existiese lo hubiera visto conocido antes. Que todo fuese nuevo y único… Puro… Supongo que solo existirá en el más allá.

—Ante una sociedad que vuelve al prejuicio, se aísla, que antes del confinamiento ya se auto confinaba para estructurar con métodos de cálculo formas artísticas, adoptando de forma consciente o inconsciente «sistemas Inteligentes» que se hacen cargo de sus procesos mentales, o la tan recurrente lectura, reemplazada por combinatorias de imágenes, ¿cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?
—Habitar las artes, la música, la cultura general, la historia, suprimir el ego, practicar el amor, la bondad, ser felices… buscar el absoluto de la belleza…. ¿Más? Volver a los rituales ancestrales… ¡Sonreír! Y cuidar más a los niños, futuras generaciones… Dejar que los humanos puedan ser longevos y mueran de muerte natural. Necesitamos de estos extremos humanos. Pureza y sabiduría.

—¿A qué genio elegirías para que te incluyera en alguna de sus obras como personaje o de algún otro modo?
—Alejandro Magno… Sí, ojalá hubiera viajado con él.

—¿Qué deduces de las distintas idiosincrasias de países que representan a los creativos al evidenciar sus experiencias, relatos y testimonios, después de tantos proyectos elaborados? También te quería preguntar sobre México. Viendo tu trabajo, leyendo entrevistas, es evidente que México ha sido importante para ti.
—Que es un regalo majestuoso de la vida. Compartir experiencias de tal calibre es una bendición del cielo. Nada comparable. ¿México? Creo haber nacido en él, en otra vida. Lo cuento en «Yrha y luna, caminos cruzados». ¡Sin palabras!

—¿Estás trabajando en algún libro?
—Si, una novela, pero la editaré con seudónimo masculino. Jajaja. Es una novela negra. ¿Será otra venganza hacia mí misma?

—Muchos expertos consideran al Caos la única entidad existente originalmente, y que las deidades posteriores necesariamente debieron surgir de él. ¿Cómo reordenar ese elemento tan profundo y misterioso?
—¡Ves, esta pregunta contesta a la anterior! Exactamente pienso desde siempre que lo que expresan los expertos sobre el CAOS es la realidad. Reordenar el caos es muy sencillo. ¡Paciencia y ser uno mismo!
Aunque surjan miles de catarsis.

—¿Qué viaje, qué momento, qué lugar recuerdas con mayor nostalgia o cariño?
—Muchos. Atardeceres en soledad o acompañada, incluso de mi perrita Coco…. En una vida hay muchos momentos mágicos que recuerdo. Los viajes mentales también. En mi juventud los viajes por Europa del Este… ¿Nostalgia? Tengo pensado repetirlos para no sentirla. ¿Con cariño? Mi niñez.

—Descríbenos tu mundo imaginario.
 Uissss ¡Secreto! Siempre «la imaginación en el poder».

jcvasquezf@gmail.com

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