...es la salud retomando mi cuerpo
que al fin te olvida.
Los hombres desnudos son criaturas de flama,
erizos que de súbito girar prenden el aire
con voces de su luz cutánea y ágil.
Son hologramas del sueño,
generosos abrevaderos,
escarchas que se quedan en las manos.
Los hombres desnudos son medicinales,
antidepresivos, analgésicos
y buenos argumentos en contra del suicidio
o para cuestionarse la Ley de gravedad.
Por sus virtudes ígneas le imprimen a las sábanas
su firma corporal (como en Turín,
Magdalena lo sabe).
Son dulces y angulosos, son archivos históricos,
alfabetos en célula, cisnes de cuello impune,
casas donde vivir,
criminales absueltos.
Nadie se ofenda si digo que son buenas camas,
que no hay almohadas sin su vientre,
que soy toda una víctima del terciopelo;
porque un hombre desnudo es como un libro.
Gusto palpar su lomo,
examinar al azar su piel de página
letra por beso, abrazo por palabra,
y respirarlo como si fuera hecho de oxígeno.
Es una dicha estética,
una inevitable filmación de la pupila,
también una copa de nostalgias previas.
Y sus dedos, sus dedos un incienso
que nunca se consume.
Hermosos son los hombres si desnudos,
si visibles cuando la oscuridad.
Por sus lunares nacen nuevas mitologías
y le ocasionan nombre a las estrellas.
Hermosos si caminan, si están quietos,
más aún si dormidos
para mirarte mejor,
querido lienzo.
Kattia Chico, incluido en Poesía de Puerto Rico. Cinco décadas (1950-2000) (Fundación editorial El perro y la rana, Caracas, 2009).
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Qué tiempos en que la poesía no hacía bandera de género ni olas de pensamiento políticamente correcto, solo se limitaba a describir el interior -en este caso, bello- de las personas con un lenguaje delicadamente escogido.
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