surge el armadiio entre la desertúrica polva
y puedes confundirlo con una enorme y calcárea cochinilla,
averigua bien,
levanta su capota indestructible,
hallarás garras aguileñas,
en las manillas de una capibara sucia,
busca afanoso,
observarás también la cola, una serpiente bajo carne,
equivocada en su transcurso,
descubre la cabeza de un canino acorazado,
unas orejas de gamo calvifrento,
verás una panza cocodrila.
Que no te confunda la quimera,
mustio, agachitambo,
es más terrible que leontarios y tigroces,
un armadiio, es una piedra caminante,
y tropezará tus alientos, tus pesquisas,
se alimentará de tus miedos
y encerrará tus preguntas con las uñas de su espalda.
Vuelto la roca del yingyang,
roca flamínea,
podrá emular tu rostro.
El armadiio pudo haber robado todo,
incluso el sabor de animallas distantes,
pero esta bestuza que colecciona tanto
sólo muerta posee tu dineralia.
José P. Serrato, incluido en Astronave. Panorámica de poesía mexicana (1985-1993) (Ediciones de Punto de partida, México, 2013, comp. de Gerardo Grande y Manuel de J. Jiménez).
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