-conocen nuestra choza-,
donde se nos hinchó la cresta del ensueño, ardiente, a pesar de todo
y yo hinqué los clavos de oro en nuestro
mañana que flotaba al lado,
bello como un ataúd,
allí saltaron reales las vergas ante nuestros ojos,
agua vino, agua,
mordaces
se ahondaron barcas a través del gran segundo memoria,
avanzaban los animales con los hocicos de fango a nuestro alrededor
-nunca
captó tanto ningún cielo-,
¡Desgarrada, qué red sin embargo
volvías a ser tú! - , avanzaban los animales, los animales,
horizontes de sal
se alzaron en nuestras miradas, creció una sierra
bien lejos en el abismo
en el que mi mundo reenvidó
al tuyo, para siempre.
Paul Celan en Cambio de aliento (1967), incluido en Obras completas (Editorial Trotta, Madrid, 2002, trad. de José Luis Reina Palazón).
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Fran trabajo, Fran. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, otro para ti.
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