Estaba sola en el prado, y atada.
Saciada de hierba, empapada
por la lluvia, balaba.
Aquel monótono balar se identificaba
con mi dolor. Y yo le respondí: primero,
por bromear; después, porque el dolor es eterno,
y tiene su voz y no varia.
Era esta voz la que sentía
gemir en una cabra solitaria.
En una cabra de rostro semita
sentía lamentarse cada mal ajeno,
cada ajena vida.
Umberto Saba, incluido en Antología esencial de la poesía italiana (Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1999, selecc. de Luis Martínez de Merlo, trad. de Antonio Colinas).
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