Los fragmentos de una esperanza desvelan el brillo
de tus uñas en mi carne que sangra;
memoria de siglos en un soplo de vida,
¿aún tendremos que agarrarnos a las
rocas para alcanzar el ardor de la noche?
II
A través de la rosa de los vientos y tus ojos,
discordes desmantelando palabras de amor.
Desposeído en este exilio, mis defensas resplandecen
como inmóviles jalmas rindiendo honores:
siete lunas de diez pies de alto gastadas
ahora, inútiles archivos de ceniza en una noche infinita.
III
Los tabiques aúllan, las brocas estallan,
sólo centinelas olvidados antaño
en la calzada
parecen aún saber que una breña
de hortensias tumefactas esconde todo un pus.
IV
Me he pertrechado con mitologías
porque desnuda, tú
te has incrustado entre los juegos
de un apagarse, y de un acomodarse
de un sueño extravagante.
V
Y a base de campanillas voy tejiendo un asiento
y helechos y violetas y crisantemos
te trocean, me dices,
en una neblina hecha de negros lunares.
VI
¡Los gritos recogidos en salmodias para velarte
sólo cavan caprichos
siguiendo tus pudores! ¡Oh!
Leves barreras a la entrada de un cementerio de palabras.
VII
Deletreo nombres de África para tus quejíos,
mas, ¿dónde desvanecerse?
Se detienen jueces y tus muslos
anulan esta vez todos los senderos.
VIII
Aquí está: flamboyanes que se ponen ahora
a enlazar con medidas el aire.
En torno a Notre-Dame del Zaire, estelas
se encienden
y mientras nuestros deseos borran las huellas
de una audacia, la noche y tus gritos se ocultan.
IX
Y ahora, ¿qué salida al mar
prometes?
A los cebos de las piedras les siguen repliegues.
Al borde del camino, un entierro
y alrededor, el grano abandonado
muere en lechos de sal.
X
Para acogernos
palengues en la ciudad y a nuestros pies ripios
sol en guijarros entre vallas.
Mira:
árboles mangos atraviesan bloques,
se aplastan contra un seto
en un sobresalto de monedas de oro.
XI
Pero, contra mis dientes, tu boca
sueña pastos.
Sin embargo, el despertar ya llega y el refugio
tras la enea
es un mandil sangriento.
XII
Los terrores bebidos desflecan la luz
el ladrido de nuestros cuerpos expone
al revés que nuestro deseo bajo el cielo
de nuestra esperanza: está frío y amarro
notas de carne hecha astillas, ventanas
con vistas a entrojadas pústulas e,
igual que ayer, el gozo de un dios ebrio.
Valentin-Yves Mudimbe en Anthologie de la nouvelle poésie noire et malgache (1994), incluido en Poesía negra. Antología de poesía africana francófona contemporánea (Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos de la Región de Murcia, 2007, selec. y trad. de A. Rodríguez López-Vázquez).
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