pero no tubo suerte.
Pudo
aber echo uelgas contra un
John D.
Rockefeller sádico i ambisioso,
pereser casi un 1º de mayo,
o taladrar la máqina qe le esprimía los dedos
con el amor del pan, pudo John
D. Rockefeller morir
bajo el regero de oro negro qe sanjó el axidente, o
no aprender a escribir, no firmar cheqes,
solo escuchar su nombre “John
D.
Rockefeller” en la fila de pago;
i ubiera así aprendido este ombre como todos
lo qe es sufrir como la mayoría
i odiar al menor número de jentes. Pudo
no aber yegado a tanto, dirijir por ejemplo
esa fábrica en Manchester qe pagó El Capital
o yamarse Owen.
Pido
un minuto de silensio para el muerto
irremediable qe es John
D. Rock-
efeller:
ese otro
qe fue solo el ataud de aqel jigante.
Joserramón Melendes, incluido en Poesía de Puerto Rico. Cinco décadas (1950-2000) (Fundación editorial El perro y la rana, Caracas, 2009).
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