la flor de las acacias se deshace
al impulso del viento. Entre las ramas,
mortal, casi vibrante,
queda el último sol. La tierra huele,
comienza a oler, no cabe
ya dentro de sí misma y se levanta:
ahora hay tierra en la tierra y en el
aire.
Y hay un bardal con sol; hasta él
llegamos;
la sombra es el resumen de la tarde.
Te he sentido llorar. No sé a quien
lloras.
Hay un humo distante
-un tren que acaso vuelve- mientras
dices:
Soy tu propio dolor, déjame amarte.
Luis Rosales en La casa encendida (1949), incluido en Las ínsulas extrañas. Antología de poesía en lengua española (1950-2000) (Galaxia Gutenberg Círculo de lectores, Barcelona, 2002, selecc. de Eduardo Milán, Andrés Sánchez Robayna, Blanca Varela y José Ángel Valente).
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