que la válvula del cielo se abra y me deje entrever
el nicho alto del sol o la inmensa camada de los astros,
que no habré de asustarme.
¿Que la Muerte me llama? ¿Acaso me presenta
si quiera un espejo, una placa de luz donde leer
mi perfil de ultratumba?
Soy una rama jubilosa de este mundo,
mis sueños prosperan con los rayos de sol
no en el triste hormigueo de los moluscos:
me columpio al viento;
Me emborracho con los dones del día y de la noche,
recojo, a mi paso, los pájaros borrachos del espacio: ¡mirad
la colibrí llega aquí por la mañana a mi porción de rocío
para sorber la fuente de su grito!
como ella me lanzo siempre más lejos y más alto,
nadie me ve prosperar a la sombra de mi secreto;
no responderé a la llamada que brota de las zarzas de la noche.
¡Que el mar se vuelva al mar con su carga
de peces y de sal! ¡Que el cielo reviente su artesonado azul!
¡Que el sol estalle en una rueda de fuego!
¿Y por qué no primero los elementos?
Me hallo en el alba de un pueblo que inicia una marcha:
¡que pueda verlo surgir de su muda con todo el sudor
de su alma, como el sol surge de su marcha de Oriente
en una gran traspiración de luz!
Jean-Baptiste Tati Loutard en La tradition du Songe (1985), incluido en Poesía negra. Antología de poesía africana francófona contemporánea (Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos de la Región de Murcia, 2007, selec. y trad. de Francisco Torres Monreal).
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