El Resplandeciente,
en lengua aymara
Más que el cóndor
en lo alto detenido
enigma de fulgor
y escalofrío
más que la luz
ojo estelar
asistes
al hervidero de la vehemencia
que a tus plantas desteje
y teje
la oscuridad y la agonía.
Pira mineral
tumulto congelado
dejas
que se desate la comedia
carcomida por el tiempo
del disturbio
que resuene
enceguecida
la garganta del rencor.
Prodigas las mansardas
(o la sombra)
y dejas que la helada
boca de la noche humille
la ilusoria inocencia del azufre.
Dejas que corra
el río
del débito y la fábula
navegado
por los muertos
y los vivos que están muertos.
Casa de los hálitos
astrales
más que el celeste invierno
transpareces
y como el invierno hieres
y originas
copas enconadas
águilas que golpean
aldabas
de hielo
en nuestro adentro.
Ardua torre
testigo tormentoso
de los días que se abren
sin misterio
pero asimismo como filo
de cuchillo.
Abajo en las calles
las cancerosas calles
tatuadas por el orín y las blasfemias
donde aúlla la gente
y se interroga
y se muerde las manos
y cae de rodillas
como cae
el viento en el erial
entre las cumbres.
Nada se sabe
ni la saña
desiste
ni la piedad.
Nada se sabe aquí
donde la noche repite
su orificio de herrumbre
ladra el perro
de las lluvias
el que roe
las casas pobres en las laderas
de los cerros pobres.
Nada se sabe
la vida
es un tigre
de ojos dorados
una uña verde
hincada
muy al fondo.
¿Qué espero
qué esperamos
¡todavía!
en lo oscuro de la plaza
que huele a epitafios
y a las plantas
de la amargura?
Chasqueados
encandilados perpetuamente
nos equivocamos de quicio
o de destino
golpeándonos
la frente en la equidad
de los ahitos
el pie atrapado
por las herramientas
del dolo.
Óscar Cerruto en Estrella segregada (1973), incluido en Poesía boliviana. Donde la nieve y los ríos son míticos. Antología esencial (Visor Libros, Madrid, 2015, selec. de Homero Carvalho Oliva).
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