sobre las gargantas que abre el naufragio de una piedra en el río?
Por adivinar lo que imploran, en ese grito confuso,
mi corazón limpiaría la selva entera de pájaros
y gota a gota, en la estrella, escucharía endurecerse la luz...
Mujeres de palabras íntimas
y de tobillos pulsados para un silencio de ajorcas
lo bendecirían.
Porque nació en esa vecindad de la música
en que la ausencia del viento dibuja el contorno mejor de la rosa
y la vejez de la lira sonríe a la juventud de la danza.
Pero el mástil no sabe nunca vencer el error de sus velas
y la cólera se resiste a poblarme,
el dolor se niega a exprimirme;
en la uva de los lagares dejo macerarse mi angustia
y que mis envidias fermenten con la levadura del pan.
Pues ¿cómo he de ver cerrados todos los poros del aire
sobre la interrogación de esta boca que no se resigna a su espejo?
¿Y hasta cuándo tengo de ser el jinete de este caballo nocturno,
extraviado, sin herraduras, en las encrucijadas funestas,
inmóvil, con el mensaje de un rey oxidándose en los clarines,
desnudo, bajo la lluvia, frente a las ruinas de una mujer atravesada de espectros?
¡Ay, sólo frente a las ruinas de una mujer atravesada de espectros!
Jaime Torres Bodet en Destierro (1930), incluido en Antología de la poesía latinoamericana de vanguardia (1916-1935) (Ediciones Hiperión, Madrid, 2003, ed. de Mihai G. Grünfeld).
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