los individuos después de los cuarenta. Ya sólo miran hacia atrás.
Te agarran, convulsivamente, por el codo
para así detener el tiempo. En el tumulto callejero
brota una desesperación jubilosa. Te recuerdas viejo
en el velero en Augustów sabes que entonces yo era
funcionario regional y que en marzo
limpiamos un poquillo la atmósfera
recuerdas cuando estuve en Iraq
y cuando todavía era rubio
y te acuerdas de la boda de Wieska qué juerga
y recuerdas vivías en Cracovia y nos fuimos
a Feniks a tomar unas copas,
en aquella época salías con Iga.
Yo nunca salí con Iga. Ni viví en Cracovia.
Puede ser que viviera puede ser que estuviera.
Oh mi autobús
recuerdos a tu amabilísima esposa.
Merman las fuentes por suerte por suerte
después de los sesenta. Las personas se tornan silenciosas
como éstas hacia las que me encamino. No preguntan. Cuando una avispa
se atolla en la mermelada la sacan cuidadosamente con una cucharilla
y la arrojan por la ventana. Contemplando
una tetera que se atraganta en el gas salen corriendo repentinamente
detrás de las paredes. Más tarde se disculpan. A veces
dicen que el mundo desaparece como los círculos en un estanque.
Primero los más grandes el país la ciudad la calle
permanecen unas cuantas tiendas junto a la casa después la habitación
y después la cama y el vaso de té
sobre la silla. Les alborozan las diferentes píldoras
cuando son de colores. Rojas y amarillas. Con cuidado
las vierten en la palma de la mano y un rayo como una sonrisa
se escapa de las gafas deslizadas hasta la punta de la nariz. Sí,
éstos ya son encantadores. Estos de nuevo
miran hacia adelante.
Konstanty Puzyna, incluido en Poesía polaca contemporánea (Ediciones Rialp, Madrid, 1994, selec. y trad. de Fernando Presa González).
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