Me gusta el carillón de tus viejas ciudades,
¡oh país guardián de los usos hogareños,
nuestro Flandes que duerme calentándose al norte
bajo el sol de Castilla, y se une al mediodía!
El carillón es la hora inesperada y loca,
que aparece vestida, bailando a la española,
de repente brillando por el claro agujero
que haría, al abrirse, una puerta del aire.
Acude sacudiendo en las dormidas tejas
su delantal de plata con las mágicas notas,
despertando implacable a molestos durmientes,
avanzando a saltitos como un pájaro alegre,
vibrando como un dardo que trepida en la diana;
por una escala frágil de cristal invisible,
aturdida y bailando, desciende de los cielos;
¡y el espíritu, ese vigilante que escucha,
cuando ella va, y viene, sube y baja incansable,
oye en cada escalón errar su pie sonoro!
Malines-Lovaina, 19 de agosto de 1837
Victor Hugo, incluido en Antología de la poesía romántica francesa (Ediciones Cátedra, Madrid, 2000, ed. de Rosa de Diego, trad. de Pilar Andrade).
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