La luz abstracta, de incomunicable
espectro, al ritmo puro se abandona.
Pero el ritmo, pueril, no concreciona
la nébula del iris inefable.
Sector de pensamiento, inalienable.
En cripta de individuo evoluciona
su enjundia intransferible, que se encona
Senda, para el extraño intransitable.
¡No! ¡Sí! Palabra: génesis de ruidos.
Sangre verde, letal, de mis sentidos.
Ponzoña, cáncer rubio que me come.
Sin nexo —mutua luz—, sin la acordada
recíproca visión, en mi sagrada
nada, ¿quién será el yo que a mí se asome?
Juan José Domenchina en El tacto fervoroso (1930), incluido en Poesía de la vanguardia española (Taurus Ediciones, Madrid, 1981, selec. de Germán Gullón).
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