Escribo en este trozo de papel la muerte de
la monja mientras comía un durazno; se
desplomó sin más, como una bolsa, decirlo así
habla mal de mí: cayó más bien como caen las
plumas de los pájaros cuando parten al medio
el corazón del invierno. Qué ruso me puse.
Qué ruso se puso todo. ¿Hay monjas en Rusia?
¿Su modo de morir es desplomarse? Como
cierre digamos que el durazno continúa
suspendido gracias al mordisco de la monja.
Desde esta cerrazón puedo verlo, no al
durazno, sí a lo otro, o ni siquiera, desde afuera
lo que se ve es cierto sistema, su posible
estructura, listo para morder o ser mordido.
Carlos Ríos en Excursión a Farandulí (2015), incluido en Penúltimos 33 poetas de Argentina (UNAM, México, 2014, selec. de Ezequiel Zaidenwerg).
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cómo se cruza la ironía cuando el drama está a flor de piel...
ResponderEliminarSi, tal vez la mirada de un niño hace que todo sea menos dramático.
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