En mis tiempos, en mis tiempos
prevalecían todavía la justicia y la equidad.
Entonces de niños se formaban personas,
de muchachas virtuosas, novias;
pero todo con modestia.
¡Oh, buenos tiempos, oh, buenos tiempos!
Ningún joven se volvía traidor
y se pedía la mano de nuestras doncellas más tarde,
sin provocar la envidia de las madres.
¡Oh, buenos tiempos, oh, buenos tiempos!
En mis tiempos, en mis tiempos
se guardaba el secreto.
Si un joven disfrutaba de un placer,
era agradecido y discreto;
pero ahora lo descubre desvergonzado.
¡Oh, malos tiempos, oh, malos tiempos!
El impulso del instinto maternal,
el atrevimiento y el espíritu del amor
penetra a menudo ya en la vestimenta de los más jóvenes.
¡Oh, malos tiempos, oh, malos tiempos!
En mis tiempos, en mis tiempos
no se profanaba el deber ni el orden.
El hombre era, como debe ser,
regido por la mujer amada,
a pesar de su orgullosa virilidad.
¡Oh, buenos tiempos, oh, buenos tiempos!
La piadosa mandaba con mesura:
a nosotras nos correspondía el sombrero y a él quedarse con los hijos;
eso era la moda aquí y allá.
¡Oh, buenos tiempos, oh, buenos tiempos!
En mis tiempos, en mis tiempos
había unidad en el matrimonio.
Ahora el hombre puede casi darnos órdenes,
contradecirnos y controlarnos
cuando uno se divierte con amigos.
¡Oh, malos tiempos, oh, malos tiempos!
Con estas innovaciones en el país,
con esta maldición en el matrimonio
nos amenazó hace tiempo un cometa.
¡Oh, malos tiempos, oh, malos tiempos!
Friedrich von Hagedorn, incluido en El Lied clásico. Haydn, Mozart y Beethoven (Ediciones Hiperión, Madrid, 2003, selec. y trad. de Judit G. Viloria).
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Hay que ver, los viejos en todas las edades de la Humanidad, se comportan de manera parecida.
ResponderEliminarNo hemos evolucionado tanto como pensamos.
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