Al atardecer, pasea, a través de la lluvia y el peligro nocturno, su sombra informe y todo aquello que lo amargó.
Al primer encuentro, tiembla —¿dónde refugiarse contra la desesperación?
Una muchedumbre deambula en el viento que tortura las ramas, y el Amo del cielo lo sigue con un ojo terrible.
Una bandera rechina —el miedo—. Una puerta se mueve y el postigo de arriba golpea contra el muro; corre, y las alas que llevaron al ángel negro lo abandonan.
Y luego, en los corredores sin fin, en los campos desolados de la noche, en los límites oscuros donde tropieza el espíritu, las voces imprevistas atraviesan los tabiques, las ideas mal formadas vacilan, y retumban las campanas de la equívoca muerte.
Pierre Reverdy en La Balle au bond (1928), incluido en Poetas franceses contemporáneos (Ediciones Librerias Fausto, Bueno Aires, 1974, selec. y versiones de Raúl Gustavo Aguirre).
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