A Luis Ignacio Helguera
En lo profundo, con el sarampión, con las papeleras, la modestia del lápiz: su calidad para seguir los trazos frágiles; su calidad delgada para saber acompañar. El lápiz es un ser que para hacer se deshace, coherente con sus extremos de goma y de grafito, con su destino de viruta, con su trazo gris sobre el blanco. Pero a lápiz también se pueden escribir montañas, mares, catedrales; el lápiz no sólo es hábil con las vocales débiles, sino también traza la u, los grandes huecos, los abismos mayúsculos, la temperatura de la t; no solamente salen de él las comas, sus pequeñas discípulas y amigas, sino signos más radicales y robustos: los dos puntos.
El lápiz, un triste lápiz de infancia, achatado y mordido, no uno puntiagudo, recién afilado, sino uno de esos que me prestaban los amigos, un lápiz al que se le tiene que humedecer la punta para que escriba casi al borde, un lápiz que pide sacapuntas, que ya conoce el destino, capaz de suicidarse, puede aún vivir momentos vigorosos y a la naturalidad de una rosa oponerle la excentricidad de una granada.
La conciencia del tiempo me la dio por primera vez la distancia entre un lápiz orondo de goma militar y otro entrañable, cansado, sucio, plebeyo, cacarizo. A ese lápiz minúsculo asocié la vejez y la bondad de la maestra Teresa: frágil, hábil en el desaparecer, fabuladora, rica de letras y de cuentos.
Antonio Deltoro, incluido en Tigre la sed. Antología de poesía mexicana contemporánea 1950-2005 (Ediciones Hiperión, Madrid, 2006, selecc. de Víctor Manuel Mendola, Miguel Ángel Zapata y Miguel Gomes).
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A lápiz, Fútbol, La costumbre de lo oculto, Papalotes, Sueños
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¡Cuantos grandes pensamientos
ResponderEliminarfueron lápiz de pequeños!
Muchos, claro que sí.
EliminarMe encantó, el lápiz se merecía este reconocimiento, muchas gracias, un placer leerte.
ResponderEliminarSi, yo aún uso lapicero.
Eliminargracias
ResponderEliminarDe nada, disfruta de la poesía.
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