yo la quería con la misma firmeza
que en primavera se renuevan las hojas
de las mil ramas, ora acá, ora allá,
de los zelkovas que crecen en los diques
perexaltados que veíamos juntos:
¡mujer que amaba, niña en que confiaba!
¿Pero quién vence a la ley de la vida?
Oculta en blanca túnica angelical
dejó la casa cual ave mañanera
voló al erial donde arde la calina,
y se ocultó cual sol crepuscular.
Y cuando llora la tierna criatura
que me dejó ella como recuerdo,
no tengo nada que pueda apaciguarlo;
y aunque soy hombre, lo aprieto contra el pecho.
Y entro en la alcoba donde dormimos juntos,
donde están puestas nuestras dos almohadas,
y me anochece tras días de hundimiento,
y me amanece tras noches de suspiros;
con lamentarme no sé qué debo hacer;
con anhelarla no habrá forma de verla.
Dicen que allá en el monte Jagai
de grandes aves, está mi compañera,
la que yo anhelo; y hollando roquedales
me afané y vine, pero fue infructuoso
porque mi amada, la que creía eterna,
no aparecía ni en la más vaga sombra
donde brillan las gemas.
Kakinomoto no Hitomaro, incluido en Manioshu. Colección para diez mil generaciones (Ediciones Hiperión, Madrid, 1980, ed. y trad. de Antonio Cabezas García).
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