a Daniel Link
Y si a vos detrás del alambre que sosiega la tierra, te alimentaran con flores, como a los caballos, como al mediodía y sus pesebres de alas pregoneras, si te las frotaran para darte a sentir esa dulzura que sabes que no tienen, las flores,
y las vivanderas te hicieran el cuento, el cuento de la acróbata en puntas de pie sobre el alambre, que muda baila a los pies del cielo, del ancho cielo como una pampa lisa y lejana que devuelve su vuelo a la calandria,
(si el resto no anduviera retorciendo así las orquídeas, aguijoneando, implacable, indiferente, la seda: forma de un alma asida y poseída en una foto de mapplethorpe, boca nutriente, lugar no áspero, voz de amor en un alma de néstor)
en cambio, vienen los domadores y te hablan al corazón, hablan a lo grande, a la manera de un paño de larvas, con cuidado de no herir, y mellan con sus verbajes la creencia en el aire y el regocijo de la maromera en el alambre,
y yo está calado, hasta los huesos del miedo, los tábanos le zumban con dulzura, como a chancho en tierra acorralada. —¿Cómo dicen que te ausentas vos?
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