Es pesado; es tardío; y hasta cuando está suelto
parece que llevara algo de arrastro.
Camina torpemente,
como si siempre fuera uncido a la carreta;
como si le estorbara
el pedazo de sexo que le falta.
Camina torpemente pero jamás tropieza,
y entre sus cuernos en forma de cuna
parece que al andar acunara al Progreso.
Su pelo, negro o blanco, es opaco y es sucio;
en cualquier estación tiene pelo de invierno.
Su vida está partida en dos mitades,
como de arriba abajo:
de ternero a buey;
por eso
sin haber sido padre tiene mucho de abuelo.
De mañana, de tarde, se aburre a toda hora;
pero cuando se aburre más que siempre
en ausencia del hijo que nunca tuvo
se acaricia a si mismo con dos palmos de lengua.
Es tan inofensivo como su sombra
y a su sombra buena
procrean las palomas y los pájaros mansos
como riéndose de él.
Es bueno, más que bueno;
no tiene ni un pecado y sin embargo
se castiga los lomos con la cola
como con un cilicio.
El arado es su perro y es el yugo su cruz.
La claridad del día lo sorprende en el campo,
soplando humo de aliento a lo largo del surco.
Es tan madrugador, que todas las mañanas
por entre sus cuernos se levanta el sol.
Fernán Silva Valdés, incluido en Poesía uruguaya. Antología esencial (Visor Libros, Madrid, 2010, ed. y selec. de Rafael Courtoisie).
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