A Francisco Rivera
No sé qué extraña lengua están hablandoen esta taberna.
Siento que las palabras me rodean
con sus rápidos saltos de peces
delante de mis ojos forasteros.
Puedo mirarlas en sus lentas burbujas
hasta que estallan en el aire.
Los periódicos parecen escritos
con huellas de pájaros
Los saludos dibujan otros gestos;
en los percheros hay largos esqueletos
de dinosaurios.
Entre los hombres que juegan al billar
o charlan o dormitan,
tal vez alguno salió de los espejos
y en un instante volverá a disolverse.
Por estas tierras abundan los fantasmas.
Me he corrido de casa tantas leguas,
estoy a tantos meridianos,
que no comprendo ni el coro de las sombras
con que la noche baja a oscurecerme,
pero el ciervo de rostro disecado,
fijo en un muro con ojos de botella,
me grita que el mal es uno solo en todas partes,
usa el mismo cuchillo
y amenaza
por todos los caminos de la tierra.
Eugenio Montejo en Trópico absoluto (1982), incluido en Poesía venezolana. Antología esencial (Visor Libros, Madrid, 2005, selec. de Rafael Arráiz Lucca).
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