Corrompiste nuestra moneda, sembraste el cólera
en nuestros pozos, mancillaste nuestra historia
no porque seas una nación victoriosa
sino porque eres una nación víctima:
eres judía o trabajas para un judío
que conoce todas las guerras y ninguna es civil.
Las estrellas pasan como una procesión de antorchas
en Alejandría, lugar donde nací;
la luna llena es un plato de higos pútridos
o una luz turbia en la mirilla de la puerta.
Algo en mí será siempre alejandrino.
Vosotros ingleses, lo odiaríais, odiaríais a los "moros".
Me encantaban sus silencios en la plataforma
cuando él posaba, con su mano como concha en la entrepierna.
El último apodo que me puso fue Dickkopf;
mejor que Schwarze Paula o Fraulein
(los judíos decían que me pintaba de rojo las uñas de los pies).
Luego fui Z, y mis habitaciones el Campo Z.
Conocí a C, a una tal M', a la mesa directiva W,
al servicio T, y al comité XX,
llamado a veces el Veinte, pero yo bien sé
que se trataba del comité de la Traición de Masterman.
Según su charlatán debo ser dueña
"de una mente tan virginal como la de Robespierre."
Creo que solía fingir tener amnesia.
Estoy segura de que el nombre de este campo es Spandau
Y sus guardias los "asiáticos rezagados" de Marx.
Medio mundo piensa que soy una impostora.
La máscara que llevo es, creo, mi verdadera piel.
Es mi voluntad la que es de hierro, no mi rostro.
Ian Duhig en The Mersey Goldfish (1995), incluido en La generación del cordero. Antología de la poesía actual en las Islas Británicas (Trilce Ediciones, México, 2000, selec. y trad. de Carlos López Beltrán y Pedro Serrano).
Otros poemas de Ian Duhig
Die Schwarze Paula, Oración en el margen de un salterio antiguo, Solo para tus ojos
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DE LO MAS EMOCIONANTE QUE he LEÍDO ÚLTIMAMENTE, MARAVILLA Y DUREZA Y POÉTICO DECIR Y SIN RESUELLO QUEDO.
ResponderEliminarDarte las gracias es de recibo. Saludos.
Sin duda es un gran poema, y el sospechar que puedo saber quien es le da un punto de emoción. Un abrazo.
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