Un hastío de interminables llanuras,
con una luna vaga y enfermiza,
fue lo que vi en mi juventud traviesa.
Y queriéndolo tanto, maldecía.
Por los caminos, sauces marchitos;
el gruñir de las ruedas de los carros...
Hoy, por nada del mundo quisiera
otra vez escucharlos.
Las chozas, ya no me conmueven,
el fuego del hogar me ha aborrecido.
Al manzano níveo en primavera,
viendo pobre al campo, perdí el cariño.
Hay otra cosa que me anega el alma.
A la claridad de esta luna tísica,
a través de la piedra y el acero,
veo el renacer de la tierra mía.
¡Rusia campesina, basta de arrastrarse
con arados de palo por los campos!
Al mirarte, olmos y abedules,
se ahogan en llanto.
No sé qué luz me traerá mi estrella.
Tal vez ni valga en esta vida.
Sin embargo, la quiero ver de acero
a mi Rusia, caduca y mísera.
Cuando siento ladrar a los motores
entre nuevas nevascas y tormentas,
por nada del mundo desearía
escuchar la canción de las carretas.
Serguei Yesenin, incluido en Antología poetas soviéticos (Editorial AHR, Barcelona, 1968).
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Me parece de una belleza espectacular en sus imágenes- Es como una fotografía de recuerdos velada en los versos.
ResponderEliminarMe ha encantado
Lo más sorprendente de este poema es que Esenin, en realidad, odiaba todo ese mundo que retrató con tanta belleza.
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