Los reyes siguen siendo reyes,
yo he barrido sus tronos;
los esclavos siguen siendo esclavos,
yo les he arrancado las cadenas.
Se fueron por la noche.
Por eso no pudieron habitarme.
Quien podía marcharse ya se ha ido,
orgulloso y amado hasta el último momento;
quien ha tenido que irse renqueando ya lo ha hecho,
más hondamente amado y hasta el fin bien sostenido.
Desapareció el último tragado por la esclusa-portillo:
un remolino de caballos y un látigo de colas
y cuando el polvo se hubo posado nuevamente
y hubo cesado el último rumor de escorias aventadas,
ya sólo oí mi corazón latiendo todavía;
entonces intenté alcanzarlos a fuerza de latidos,
pero no pude hacer marchar el corazón.
Fue entonces cuando se esfumó el portillo de mi vista,
las altas murallas cayeron revolando como hojas
y yo me quedé sola, como estambre en la flor.
¡Ea, vamonos! Andando a pie descalzo...
M. Vasalis, incluido en Antología de la poesía neerlandesa moderna (Ediciones Saturno, Barcelona, 1971, selecc. y trad. de Francisco Carrasquer).
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