Su techo arroja olas del mar,
que son alcores y colinas;
quien tiene inteligencia se asusta,
pues le parece que el mar es de fluyente aire;
no faltan cometas que no corran,
ni sol que no ilumine, ni media luna;
el bello astro tiene un techo de luz
cuyas formas parecen sortijas;
su decoración es como un bordado
en el que aparecen figuras imaginarias
y no te parece sino que el aire es un jardín
y que el techo es, de la misma forma, un espejismo;
compruebas que el fuego es una columna
y que su esencia es el agua;
te parece que su solidez fluye
y que su humedad arde;
cada figura está viva y, al mismo tiempo, inerte.
Se distingue belleza y coquetería;
tiene acción, pero no tiene movimiento,
se puede comprender, pero no dice palabra;
un maravilloso elefante vierte agua como una espada
y no se queja jamás de tedio;
es como si estuviese enfadado con los otros animales
y no levantase su testuz ante su vista;
magnánimo, ha legado al patio los arrayanes
que otrora plantaron los hombres.
Abu Muhammad Abd al-Jalil ibn Wahbun, incluido en Poesía de Al-Andalus (Asociación Andaluza de Profesores de Español Elio Antonio de Nebrija, Sevilla, 1999, varios trad.).
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