Casinos y discotecas cual anillos episcopales
en los dedos del osezno lavaplatos,
el sol y la luna cabeceando bajo crema bronceadora
jugando al 21 sobre el colchón de viento,
olas, entre ellas la Nueva Ola, olas de emulsión
y metaxa y la taladradora de alguna gaviota,
he aquí el mar atodonaciente,
bazares y culos, en el delfinadero abrían la cabeza
a los delfines con un cincel dentado
les extraían el radar minúsculo, les arrancaban
la pantalla fosforescente, los hilos amarillos y azules,
los botones, los bornes... las medusas se acoplaban
en el oscuro salón de bowling,
los sobrecitos de azúcar, las cucharaditas,
el café expreso, una copita de vodka,
las lamparitas en cada velador,
algún «muchas gracias» elegante, con pedigree,
algún «no se preocupe» premiado en Ostia
y, por fin, heme aquí, pueden preguntarme cualquier cosa,
preguntadme si he encontrado
en el mar el amor atodonaciente.
He encontrado una máquina tragaperras,
cerveza fresca a una cierta Matilda
que me ha quitado el dinero y se ha fugado a Venezuela.
Mircea Cartarescu, incluido en Antología de la poesía rumana contemporánea (Editorial Elion, Bucarest, 2000, trad. de Darie Novaceanu).
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ResponderEliminarMe alegro. Un saludo.
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