Nuestros dedos están delante de nosotros —se han salido de nosotros
Nuestras uñas están delante de nuestros dedos —se la pasan cambiando de color
Nuestros martillos están delante de nuestras uñas —golpean como estibadores
Nuestras hoces están delante de nuestros martillos —forma de nuestros dedos de martillo
Nuestros carros son los jefes de nuestros cinemas —porque no usamos gibbs nuestras películas
son una lucha entre la iglesia y el estado uña y diente mientras los productores se
adelantan a los espectadores
Nuestros televisores están delante de los auspiciadores y ya todo se acaba de vender
Nuestras bicis están delante de nuestros triciclos y nuestras modernas obras de arte chorreadas
por los ciclistas que pintan
Nuestros mejores ciclistas son nuestros peores pintores y
Nuestros mejores pintores son peores que nuestros peores ciclistas
Nuestros peores ciclistas están adelante de todos nuestros pintores —salvo cuando los pintores
—salvo cuando los pintores se vuelven ciclistas
y eso es lo que han hecho—
cada día más y más pintores se dedican al ciclismo y cada día
se les ve en sus bicicletas por Strand auspiciados
revueltos entre los remolinos de pintura cruzándose delante
de los trolebuses los tranvías los trombones y arrancan a escobillarse los pies con
gibbs hasta que los cinemas
pueden al fin estacionar los autos
Nuestros dedos-peatones furiosos martillean las motociclistas
pero esas hoces que llevan acopladas
rebanan los martillos
Nuestros esqueletos nuestras uñas se agarran a nuestros dedos
hasta que lo consiguen
y los hallamos nuestros
dientes
futbolistas
desarrollados por completo
Michael Horovitz, incluido en Poesía inglesa contemporánea (Barral Editores, Barcelona, 1975, versión de Antonio Cisneros).
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