aún la casa, sacudiéndola con brazos poderosos.
El follaje del tilo hablaba con el niño,
la hierba exhalaba su alma.
Al pie de la colina donde vivía
las estrellas custodiaban entonces el verano:
mía era la noche de pupilas felinas
y el grillo que cantaba bajo el quicio.
Mía también la serpiente sagrada de la aulaga,
con sus sienes de leche lunar.
En el portón solía gemir la oscuridad,
el perro respondía y yo escuchaba largamente
las voces en medio del temporal, apoyado
en las rodillas de Marisueños, que, acurrucada y muda,
devanaba madejas de lana en la cocina.
Y cuando me miraba con su adormecedora mirada gris,
el sueño, como un soplo, traspasaba los muros de la casa.
Peter Huchel, incluido en 21 poetas alemanes (Visor Libros, Madrid, 1980, selecc. y trad. de Felipe Boso).
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Tremendo
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