Desde su bungalow ve cómo el Congo extiende
Su ondular amarillo e indolente
Salmodiando un continuo runrún.
Por las rendijas del piso de bambú
Ve cómo pasan troncos y cocodrilos.
Y piensa amargamente: «¿Éste es mi idilio?
Hoy, domingo en Europa, en todas partes,
Brest, Burdeos, los puertos y ciudades
Se recogen, sus plazas y sus calles
Toman el sol sin que las turbe nadie.
De todas las iglesias salen salmos
Que se propagan fuera como bálsamos.
Y por la noche, el marino de paso
Bailará y beberá hasta caer borracho;
Mientras que yo, con este mal brebaje,
Seis años llevo en trópicos salvajes.
Desde hace una semana que no puedo
Ver a mi negra y abrazar su cuerpo;
Ella, que sacia mi hambre y otras ganas,
Va a estrangularme, a lo mejor, mañana
Para ser plato de su hermano y jefe,
Como debió, al comprarla, prometerle.
Ya he olvidado lo que dijo entonces,
Pero aquel grito vuelve cada noche».
Dispara por tres veces la pistola
Y un mono cae dentro de la gola
Que un caimán saca —al bostezar— del fango
Volviéndose a dormir casi en el acto.
Luego ganguea un afónico gramófono
Algún two-step mortalmente monótono.
Zumba una flecha desde la otra orilla,
Cree que, al fin, su muerte se avecina
Para su salvación y, como niña
Al ver caer estrellas, reza aprisa
Una oración... mas ya ve cómo tiembla
La pluma de la muerte mensajera
Con su rejón hincado en la madera...
Y unos pasos se pierden en la selva.
Jan Jacob Slauerhoff, incluido en Antología de la poesía neerlandesa moderna (Ediciones Saturno, Barcelona, 1971, selecc. y trad. de Francisco Carrasquer).
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