Abren las tumbas con secretas llaves,
las semillas.
La cita que encabeza el libro de poemas Larva seguido de Cerca (Amargord Ediciones, Madrid, 2012), de Pilar Fraile Amador, nos sitúa de nuevo en el mismo lugar que el anterior libro de la autora, La pecera subterránea, en donde el sujeto poético actúa larvadamente. El título del primer apartado, Cieno, lo confirma.
El poemario contiene sorprendentes
relaciones de palabras que dan un giro a nuestra percepción de la
realidad. Me gusta la estructura del libro, como una semilla que
fuese arrancada del suelo y navegase a través del aire, porque aire
hay mucho en este libro; al menos eso me inspiran los grandes
espacios que encontramos entre versos y poemas. En otros poetas,
estos espacios en blanco son interpretados como silencios, pero creo
que en el caso de Pilar Fraile es aire fresco, vivificador en medio
de la calima.
En la poesía tendemos a considerar
cada poema como una unidad, pero la autora de Larva consigue que sea
difícil establecer este sistema de medida en sus textos: ¿dónde
comienza cada poema en realidad, no se va quedando uno suspendido en
el aire del anterior? ¿acaso alguno de los poemas termina realmente?
Da igual en realidad, al leer olvidamos la medida y disfrutamos del
vuelo en este aire ligero. Esta sensación de ligereza se ve
acentuada por la desaparición de palabras que, de no haber sido
eliminadas, hubiesen dado pesadez a los poemas.
Cuando nos enfrentamos a un texto
poético complejo es fácil quedarnos en la expresión “¡buf!”,
o con la palabra “pesado”, por temor a lanzarnos a la aventura.
Pilar Fraile consigue en Larva que la expresión que utilicemos sea
el suspiro que suele dar comienzo a la meditación y que nos libera
de la pesadez de nuestro cuerpo.
En el libro aparece un yo que se
presenta a sí mismo, que se dirige a un tú que parece ser el mismo
yo para pasar a ser de nuevo un yo en el que sigue permaneciendo el
tú. Este ir hacia el otro en el interior crea una interesante
atmósfera en la que la gota es el mar, como diría más de una
tradición filosófica oriental. Poesía para meditar, tal vez sea
esa la conclusión de la lectura. No confundir nunca la palabra
meditar (ligereza), con otras como pensar o reflexionar (pesadez).
Por último, aparecen en estos textos,
sin esperarlas, algunas relaciones de palabras que me estremecen, me
conmueven: esto debe de ser la mística.
Cerca parece un libro diferente, publicado
junto a Larva. Diferente, y bien diferente. En su composición, con
una narratividad intencionada que nos sumerge en los recuerdos de
infancia. Pero leyendo leyendo, sumergiéndome, descubro una gran
similitud con Larva, e incluso con La pecera subterránea: la
infancia es un submundo apegado a la tierra, al deshecho, en el que
se lucha por crecer ante el asombro que produce el mundo terrible, y superior, de
los adultos.
En todo momento tenemos esa sensación
de que no se nos dice lo que de verdad es, algo que sería demasiada
información para un poema, y que consigue que aparezca otra verdad: la verdad
del lector.
Poemas de Pilar Fraile Amador y artículos sobre su obra
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