Asombrosas cosechas llovieron desde el cielo. Increíbles frutos maduros sobre los campos labrados del mar. Viviana escucha caer siluetas mudas, minutos que no terminaron, cruces santas que llueven como nubes sobre las olas del Pacífico. Escucha torsos, extrañas neblinas viniéndose sobre las olas, extrañas nubes de carnes blandas que se posan sobre el cielo despejado del océano.
Llueven carnadas con ángeles sin boca, con partituras que no pudieron oírse, con sombras sin sonido que se besan. Llueven, se derrumban asombrosas cosechas de asombrosos árboles que caen quemándose sobre las olas.
Campos labrados, tierras santas llueven desde el cielo con espaldas rotas, con pedazos de cuellos que ya no estaban, con inesperadas nubes para siempre de primavera. Fueron arrojados. Llueven. Asombrosas cosechas de hombres caen para alimento de los peces en el mar. Viviana oye llover tierras santas, oye a su hijo caer como una nube sobre la cruz despejada del Pacífico.
Raúl Zurita en INRI (Visor Libros, Madrid, 2004).
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esta asturiana te da infinitas gracias por hacernos participes de tan bellisimo y emotivo texto, un besin muy grande.
ResponderEliminartu poesia tiene magia
ResponderEliminarEs impresionante como Zurita encuentra belleza hasta en las situaciones más dolorosas.
ResponderEliminar¡Qué manera de expresar dolor!
ResponderEliminarTremendo poema.
¡Gracias por la entrada, Francisco!
Dolor, sí, y terror si tenemos en cuenta la realidad que toma como base este poema.
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